Hombre, 31 años, cuerpo con relativa predisposición para el deporte, y sobre todo un aspecto externo que a las personas de su entorno les parece no esconder dolor.

Por dentro la cosa cambia, y como el resto de personas «normales» que habitan el planeta, él lleva su particular «mochila» de dolor de espalda y dolor de pie. Una pareja aparentemente poco relacionada a nivel físico pero que esconde una profunda simbiosis imperceptible a primera vista.

 Dolor de Espalda

Él es una persona de hábitos. Cada sesenta o noventa minutos se pone una alarma para levantarse de la silla; su trabajo de «campo» está bastante por encima de la media en cuanto a actividad física se refiere, pero la realidad delante del ordenador, entre cuatro y seis horas cada día, sigue siendo la misma que para la gran mayoría de trabajadores, acentuada más si cabe en el periodo post-pandemia. Al tener el despacho en casa se busca «trucos» sencillos que no sólo le permitan levantarse y movilizar la espalda, sino además darle algo de actividad a sus extremidades, para que esos 10-15’ de parón le sirvan como micro dosis de movimiento. Sin embargo, muchas veces se enfoca en alguna tarea en particular frente a la pantalla a la que le dedica más tiempo del habitual y que acaba atrapándole más allá de las dos horas. Es matemático; roto el hábito, pagada la consecuencia.

 Terapeutas

Otra de los detalles que ha comprobado por activa y por pasiva que suman es lo que él llama «pasar por boxes», o irse a tratar con el fisioterapeuta cada 15 días o un mes. Por diferentes razones logísticas ha estado años yendo de un especialista a otro, y aunque la realidad es que todos más o menos han sabido darle una solución efectiva, fue a finales de 2019 cuando encontró a la persona que supo dar con la tecla precisa, una quiropráctica, cuya especialidad tiene bastante reconocimiento más allá de nuestras fronteras, pero es ligeramente desconocida en el territorio nacional. Casi cualquier dolor o molestia que aparece en su cuerpo, de una forma o de otra, acaba teniendo su origen en la espalda y todo el complejo neuromuscular que ella conforma. Incluso, cuando le duele la planta del pie.

 Dolor en la Planta del pie

Nunca se imaginó que por sobre estimularlo demasiado durante dos o tres meses tuviera que pagar las consecuencias hasta seis y siete años después, convirtiéndolo casi en su «batalla» personal. Todos, absolutamente todos los días que realiza ejercicio físico (normalmente 4 o 5 días por semana), arranca activando sus pies. A veces le frustra ligeramente el hecho de saber que es algo de lo cual no se va a poder desprender el resto de su vida, pero cuando entiende que es un hábito imprescindible para mantener a raya el dolor corporal, se mentaliza y le pone toda su energía.

En primer lugar, el rodillo con pinchos para liberar la planta del pie; segundo, la liberación miofascial del sóleo; tercero, la liberación articular de las falanges con el clásico «crack crack» que nunca deja de sonar; y por último, ejercicios con toalla para activar la musculatura profunda y poco a poco ir preparando el cuerpo para la actividad. Y ahora sí, ya está preparado para los kilómetros por montaña, las sesiones de pesas, los entrenamientos en el parque, y demás. Pero antes, y siempre antes, sus pies.

 Cuestión de Hábitos

En el fondo, casi nunca le genera malestar el hecho de tener que dedicar los primeros quince o veinte minutos de todas sus sesiones de entrenamiento a su espalda y a las plantas de sus pies; es una persona que encuentra relativa «calma» en el desarrollo de rutinas, y el cuerpo humano las necesita. Descubrir aquellas que son positivas para uno mismo y partir de ahí repetir y repetir, y por otra identificar las nocivas y eliminarlas, o al menos minimizar su impacto en el organismo. Y, como te contamos en este otro artículo, cuanto más basadas en el movimiento, mejor que mejor.

Quizás eso sea lo especialmente bonito, que aquellas lesiones o dolores que van a apareciendo en tu cuerpo con el trayecto de la vida se conviertan en herramientas para el autoconocimiento. Este proceso por el cual la persona sabe qué cosas le funcionan mejor, aquellas que no, y en definitiva aprende a «dar con la tecla», no es una cuestión que se resuelve de la noche a la mañana, y son necesarias horas y horas de «prueba y error». No tienen mucho que ver, haciendo el símil, con una de esas autopistas estadounidenses que aparecen en las películas, rectas, anchas, y sin una gasolinera en varios kilómetros; tiene más que ver con una de esas carreteras que unen los pueblos de nuestro país, con curvas, subidas y bajadas, y que necesitan que sueltes el pie del acelerador, vayas con calma, y te pongas a disfrutar del paisaje. En definitiva, como las cosas «buenas de la vida», el dolor de espalda y el dolor de pie, y cualquier otro tipo de molestia, se parece mucho más a una historia de carreteras secundarias.